martes, agosto 4

Contemplación

Y el dolor recorrió el cuerpo azotándolo como un látigo. Las manos se deformaron en un intento inútil de la antigua conciencia, por tomar al extraño que le causaba tal sopor. Poco duro el intento de la supervivencia. El cuerpo se sacudió en espasmos sin control. Los ojos se abrieron sin demostrar cordura o vida. Las sombras desaparecieron del callejón y el peso muerto cayó con un sonido sordo que nadie escucho.
Se irguió y se apoyo contra la pared. Respiró el aire dejando que penetre hasta llenar sus pulmones, disfrutó con el aroma de la sangre que se escurría calle abajo. Levantó su cara hacía el cielo y lloró como no había llorado en años. Por fin había terminado, al fin un destello de su alma encontraría la paz.
Se limpió las lágrimas con su camisa, que paradójicamente, tiñeron su faz con la sangre de su victima obsesiva.
Comenzó a caminar hacía los suburbios, a medida de que se alejaba del cadáver, empezó a sentir tranquilidad y esperanza hacía una nueva vida. Avanzó con un paso danzante de dicha infinita. Dobló en una esquina tarareando una vieja melodía que pronto se transformo en un silbido.
Por fin era libre de la furia que había caído en sus hombros. Por fin podría dejar todo su pasado y ser el creador de si mismo. Recordó los años del maltrato y la desesperación que le causaba aquella mujer gorda y sin esperanzas que lo obligaba a llamarla madre. El rencor volvió a él, por aquella persona que se revolcó en su propia miseria y carcomía las mentes de sus hermanas. Dos jóvenes hermosas como ángeles, ahora devenidas en demonios que buscan hombres como el río busca el mar.
Sintió furia por su amor perdido, quien huyo una vez consumado el amor. Las mentiras que salieron como dagas filosas con un objetivo fijo, que se perdieron en una cama blanda y jadeante. A el no le importo. En aquel momento pensó que ella era su redención. Quiso probar la felicidad y dio amor, dinero y más. Y Así como empezó, culminó. Con pocas palabras y cuerpos infestados de sudor.
Se detuvo por el dolor del recuerdo que se infiltro por su piel. Colores, suspiros y aromas, se solidificaron en una tela que lo envolvió arrastrándolo de nuevo a la desesperación. El dolor lo golpeo como un amigo infiel. La locura se agolpo en su sien. Su cuerpo trastabillo y perdió el control.
La pierna herida no le dolía tanto como su olvidado corazón. Sus pecados no eran tan importantes como el pensamiento perdido que alguna vez lo obligaba a suspirar por ella. Su vida fue un vacío continuo de relaciones efímeras. Pero en su regazo cuanto amo! Cuanto disfruto! Y cuanto termino sufriendo…
Y el fantasma de sus suspiros ingresó en sus pulmones calentándole el aire hasta sentir que ya no podía seguir. Y su pecho, subía y bajaba tratando de alcanzar el aliento que no llegaba. Su sombra se enfriaba y perdía peso transformándose en un recuerdo fugaz que se lleva el viento. Parpadeó tratando de moverse en esa abismo que parecía no acabar, en aquella situación en que no parecía haber final.
Y sus oídos captaban, como una radio vieja del rincón, voces procedentes de otra dimensión. Cada vez más lejanos y distantes. Cada vez más indescifrables. Intento abrir sus ojos y ver la luna, sin embargo allí se hacía presente, con sus rayos asomándose a cada instante, que estaba saliendo el sol.
Sonrió sin ganas y a cuerpo le dolió, y con esa sensación lo supo. Ese era el final, y nunca lo comprendió. Lloro entonces, como un bebe que sale del vientre. Lloro con fuerzas, porque la liberación en él, había sido la salida a esa única vida que conocía. Abrazó con fuerzas los fantasmas de la soledad y los despidió, mientras su cabeza dejaba de pensar al ritmo de su último aliento.

XXX

Nova Moebius.